#AméricaLatina

Por Constanza Mazzina
Doctora en Ciencia Política,
con un postdoctorado en el
Instituto Barcelona de Estudios
Internacionales (IBEI). Docente de
posgrado en Eseade, UB y USAL.

 

América Latina en números muestra un rostro deslucido a partir del contraste de los indicadores que permiten evaluar la situación y calidad de la democracia.

Este ha sido otro año convulsionado para la región, otro mal año para la democracia… y van…

El panorama regional no es ni más ni menos sombrío que hace un año, que hace cinco o más, vivimos lidiando con las crisis económicas, políticas, la corrupción o el Covid. Pero, respecto de aquella década perdida, la de los ochenta, tenemos una enorme diferencia: en aquellos años, los que hicieron posible estas imperfectas democracias, eran, vistos a la distancia, estadistas o aprendices de estadista. Tenían una visión, un objetivo: que la democracia fuera la forma de llegar e irse del poder, y así terminar con los golpes de estado que habían narrado las páginas de la historia de América latina por tantos años. Los políticos actuales tienen solo hambre de poder, ambición, avaricia, no tienen visión de país, y así nos llevan. Baste como ejemplo el último bocado de este plato: el ahora ex presidente Castillo y su intentona de autogolpe, tan burdo como su gobierno, su desmadre de gobierno.

Llamativamente, presidentes de la región salieron en su apoyo: desde Argentina, Bolivia y México, se apresuraron en dar su apoyo al golpista. Claro, para ellos, las elecciones otorgan un cheque en blanco que es posible utilizar siempre. Su interpretación de la democracia es esta: hay elecciones, o algo que se le parezca, y listo, vayan a su casa, nosotros nos ocupamos. Es una interpretación floja de papeles de la democracia: en todo caso, la democracia es una forma de llegar al poder, pero también de ejercerlo y de irse. Democracia es competir y saber perder. Y ahí es cuando estos “prohombres” dicen “ah no, entonces así no” y quieren torcer el brazo de las instituciones, de la constitución y reescribir la historia a su antojo, creando una narrativa hecha a la medida de sus zapatos. Además, la democracia necesita un estado de derecho para funcionar, la política latinoamericana del siglo XXI parece tener alergia al estado de derecho. Dicen que la rendición de cuentas, es un instrumento de la oligarquía. Entonces, ¿qué dicen los números? ¿Cómo andamos?

De acuerdo a los datos del Índice de Estado de Derecho del World Justice Project para este 2022.

 

En esta tabla hemos incluido la puntuación de los que encabezan el ranking, tanto como para referencia como para ver la distancia que nos separa. Chile, Uruguay y Costa Rica mantienen buenos puntajes, aunque lejos de los nórdicos, mucho mejor que el resto de nosotros.

Por su parte, el Índice de Democracia Liberal de VDEM muestra:

Mientras las dictaduras siguen en pie, las democracias tambalean. Asediadas a izquierda y derecha, nuestras democracias se desdibujan, no son hechos aislados, son parte de un proceso de mutación y cambio mediante el cual se vacía la esencia democrática y se desfigura la propia noción de democracia.

La política latinoamericana debe recuperar lo que -desde Aristóteles- llamamos la faz arquitectónica de la política, aquella que supone construcción, largo plazo; y no reducir más la política solo a su faz agonal, de lucha por el poder. Pareciera que nuestros partidos políticos y nuestras clases dirigentes no están preparadas -ni se han preparado- para este desafío. Si algo ha mostrado este 2022 es que no dan la talla para estadistas.

 

*Artículo escrito para Revista #DDA