Por Pedro Isern y Leonardo Martín

 

Cuando los países comercian no solo intercambian bienes y servicios sino también instituciones y valores. Esto significa que, cuando una democracia comercia con una dictadura, hay un intercambio donde, tácitamente, la democracia legitima ética e institucionalmente a la dictadura. Un caso paradigmático reciente es China. La dictadura china ha prosperado materialmente y se ha fortalecido políticamente a partir de la tácita e irresponsable legitimidad ética que le ha dado la notable integración comercial con las sociedades abiertas occidentales.

Otro caso paradigmático ha sido y es el turismo internacional en los últimos 30 años en Cuba. No solo ha sido una fuente imprescindible de recursos para sostener a la dictadura castrista sino, más aún, ha sido un mecanismo de intercambio de instituciones donde los inversores y ciudadanos de prósperas democracias proveían de legitimidad ética a una dictadura que, consecuentemente, se fortalecía y, al hacerlo, debilitaba a la incipiente sociedad civil que aspiraba a articularse contra esa dictadura. Parte de la dramática dimensión (in)moral del turismo internacional como intercambio de instituciones y valores se ha reflejado en la historia reciente cubana en la asimetría entre extranjeros y locales que, por ejemplo, ha repercutido en la explotación sexual, prostitución y humillación de miles de jóvenes cubanos y cubanas.

Este trabajo pretende primero describir y luego medir el negativo impacto éticoinstitucional que ha tenido el turismo internacional como actor central de la historia reciente en Cuba.