Un proyecto de CESCOS
La administración Biden ha comenzado la delicada tarea de involucrarse en Medio Oriente. En esta última semana ha habido 3 hechos singulares. En primer lugar, el bombardeo controlado en Siria contra milicias apoyadas por Irán. En segundo lugar, la mención al salvaje asesinato del periodista de “The Washington Post” y exiliado Saudí, Jamal Khashoggi, ocurrido en octubre de 2018 y perpetrado por una orden directa del Príncipe heredero de ese reino, Mohammed bin Salman. En tercer lugar, la confirmación del cambio de estrategia en relación al programa nuclear iraní. Es una concatenación de asuntos delicados. Primero, es necesario mencionar que el Medio Oriente es uno de los pocos espacios donde republicanos y demócratas pueden coincidir en la existencia de aciertos durante la administración Trump. Así, a diferencia del, por ejemplo, radical cambio de rumbo en la política sobre el calentamiento global y el reingreso de los Estados Unidos al “Acuerdo de París”, donde la administración Biden genera una modificación estructural en relación a su antecesor pero donde tiene un fuerte respaldo interno y externo para hacerlo, el Medio Oriente es un lugar sensible para llevar a cabo trasformaciones profundas de política, más aún, como mencionamos, en un escenario donde la administración Trump logró avances sustanciosos. Particularmente nos referimos a los “Abraham Accords” firmados en septiembre de 2020, el primer acuerdo de paz entre israelíes y árabes en 25 años, donde Israel normalizó relaciones diplomáticas con Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Al acuerdo se sumó Marruecos en diciembre de 2020 y Sudán a principios de enero de 2021. Hasta ahora, solo Egipto y Jordania tenían relaciones diplomáticas con Israel